Si existe algo que obstaculiza un desempeño correcto además de la falta de información, eso es la inflamación, y no lo digo a la ligera. Generalmente, es esto lo que hace que “no queramos hacer nada” cuando estamos enfermos, por lo que, de presentarse de manera leve, pero crónica como en la mayoría de las personas, simplemente no podrás experimentar la vida en toda su potencial. Por esto tienes que saber como la inflamación afecta a tu cuerpo —y que hacer al respecto.
Verdaderamente, la inflamación afecta al cuerpo como la oscuridad a nuestra existencia: es parte necesaria, pero no deseable en cantidades excesivas y, siguiendo la regla de balance universal, debe mantenerse en posición secundaria. Sin embargo, en la actualidad, esto es la excepción en lugar de la regla para la mayoría de la población, esto por múltiples factores mayormente ambientales.
Nuestros cuerpos son máquinas casi perfectas que, proveyendo el ambiente adecuado, pueden funcionar sin fallar por mucho tiempo, pero de este no ser el caso, su desempeño y longevidad pueden verse drásticamente disminuidos, y esto lo podemos ver en las altas tasas de enfermedad en la sociedad. Si, las medicinas pueden ayudar a contrarrestar los síntomas de estos malestares, pero no podemos decir lo mismo de la calidad de vida que tendremos que soportar de ser esta nuestra realidad.
Lo mejor siempre ha sido y será el tratar el problema de raíz en lugar de tratar “taparlo” con remedios baratos—ej., aspirina. Siendo la inflamación el resultado final de la mayoría de las enfermedades, lo mejor tratar de evitar su activación lo más posible para cuando realmente se necesite—lesión o infección, no tratando de ocultarla temporalmente con “antioxidantes” o medicinas—ej., curcumina, resveratrol, aspirina, etc.; sino atacando de raíz a su activador.
Que es la inflamación
La inflamación es el proceso natural de nuestro cuerpo con el que ataca a elementos externos que tratan de dañarlo en algún sentido—intoxicación, infección o lesión. Su acción puede verse representada en múltiples formas dependiendo del causante de su activación—ej., enrojecimiento y dolor en caso de una lesión, fiebre y “cuerpo cortado” en caso de una infección; pero el principio detrás es el mismo: el organismo activa este mecanismo para combatir un atacante percibido.
La aterosclerosis—desarrollo de placas en las arterias que obstruyen parcial o totalmente el paso de la sangre, por ejemplo, contrario a todo lo que nos han vendido por tanto tiempo, no es causada por el colesterol en sí, sino por lesiones en las arterias derivadas de episodios de glucotoxicidad y/o inflamación sistémica. El colesterol sólo es empleado por el cuerpo para, cual “parche,” cubrir las lesiones. Si las lesiones siguen ocurriendo, en múltiples sitios o el mismo, más colesterol sigue aplicándose en las “heridas,” produciendo a la larga “placa” y, de presentarse esto de manera crónica y en múltiples lugares, se presenta lo que los doctores llaman aterosclerosis.
De hecho, la aterosclerosis, debido a que puede desencadenar en paros al corazón o derrames cerebrales al obstruirse con placa el flujo sanguíneo de alguna arteria particular de manera total es, junto con el cáncer, uno de los mayores peligros de él mantener niveles sustanciales de inflamación de manera regular o, lo que es lo mismo, padecer de la famosa “inflamación crónica.” Desafortunadamente, estos males definitivos no son los únicos que nos pueden afectar, sino que existen otros que pueden afectar nuestro bienestar de manera perpetua y nosotros sin darnos cuenta—o nos hemos acostumbrado tanto a la experiencia sub-par que ya nos es normal.
Efectos de la inflamación
Habiendo ya visto los efectos más dañinos de la inflamación, podemos pasar a aquellos más moderados, pero no por ello dignos de ser ignorados. Estos incluyen, pero no se limitan a:
- Cansancio y/o cuerpo cortado.
- Dolor de articulaciones—e.j., artritis.
- Ganancia de grasa—obesidad (estudio).
- Resistencia a la insulina—diabetes tipo 2.
- Perturbación hormonal—ej., baja testosterona.
En síntesis, la mejor manera de definir la inflamación sistémica y su sintomatología es, literalmente, el estar “inflamado,” tal vez de manera menos pronunciada que al tener una herida, por ejemplo, pero de en forma más prolongada. Al ser en teoría la inflamación un “estado de emergencia,” al presentarse de manera crónica, esto deriva en la disrupción de procesos y mecanismos que en un estado normal funcionan con efectividad.
Un ejemplo claro de esto es la resistencia a la insulina cuya, más veces que no, conlleva a la obesidad. Simplemente, en un estado de inflamación, debido a los procesos asociados con este mecanismo, la capacidad para recibir la orden de la insulina para aceptar glucosa y/o proteína se ve disminuida. Debido a la correspondiente “falta de alimento” inmediata en las células, el organismo señala al cerebro la necesidad de “comer más” al percibir una falsa baja disponibilidad alimenticia. Lo que conlleva a, además de los efectos negativos de la resistencia a la insulina—ej, glucotoxicidad; obesidad potencial.
En mi experiencia, por ejemplo, tras ya más de 2 años en una dieta primordialmente carnívora, aun así batallando con ciertos síntomas derivados de la inflamación como retención de agua, hambre por energía descontrolada, y episodios ocasionales de acné; decide dejar al único posible culpable de estos padecimientos que seguía consumiendo: el queso. Sin mucho esperar, a los 3-4 días de este experimento comencé a percibir una drástica reducción en los síntomas descritos. Aún sigo consumiendo queso requesón/ricotta y proteína de suero ocasionalmente, por lo que me queda claro que la caseína, especialmente la tipo A1, es la culpable de esto que me había está pasando.
Por supuesto, la caseína no es algo “malo” en sí ni mucho menos—con ella las vacas alimentan a sus crías, sino porque en mi cuerpo está causando una respuesta inmune y derivada inflamación sistémica, y por lo mismo que te recomiendo también evitarla independientemente de tu dieta actual o futura. De hecho, hasta en la leche materna humana, además de no ser del mismo tipo, la caseína contenida en ella es mucho menor comparada con la de las vacas, lo que me da a pensar que no estamos diseñados para consumir grandes cantidades de esta proteína, y mucho menos de la del tipo A1 presente en leche comercial de la que la reacción a esta es dosis-dependiente—sigo consumiendo un poco de leche con mi batido de proteína de suero y colágeno, pero como la cantidad es mínima no me afecta de manera igual que el consumir 100 gr de queso por ejemplo.
Verdaderamente, la inflamación crónica me es bien conocida al haberla experimentado continuamente como la mayoría de las personas. Gracias a esto he desarrollado múltiples alergias y reacciones, y todo porque mi cuerpo trata de encontrar y evitar los causantes de este malestar. No obstante, de todos sus efectos, y la razón por la que trato de mantener la inflamación de mi cuerpo al mínimo y considero tu también deberías, son los efectos mentales que considero los más importantes.
Al día de hoy, creo que la mayoría de las personas pueden resistir casi cualquier malestar físico, pero aquel mental, eso es otra cosa. En cuanto a la inflamación crónica,cierto, nadie quiere experimentar cansancio, dolor o ganancia de peso, pero son cosas que se pueden soportar con solo un poco de maestría mental. No obstante, el reto es mucho más grande de no poder aplicar tu fuerza de voluntad al no poder siquiera pensar claramente en primer lugar. Esto causado, más veces que no, por la inflamación, más específicamente, la inflamación del cerebro, por supuesto.
Ha sido ampliamente estudiado, con mayor énfasis y aplicación en tiempos recientes, que la causa principal, o al menos más común de la depresión y ansiedad, es la inflamación (estudio, estudio), y esto sin contar la adicional neblina mental—capacidad para poder pensar claramente. Ciertamente son estos efectos mentales, y no tanto los corporales, por los que suelo llevar una dieta, a los ojos de los demás—la realidad es que es la más alineada con la biología de la humanidad, altamente estricta—particularmente en cuanto plantas se refiere. Simplemente no puedo dejar ni un día pasar sin tratar de funcionar al máximo de mi capacidad, el placer momentáneo que me puede dar una “comida” particular no tan saludable, me es irrelevante—propósito sobre placer, siempre.
Y aunque una dieta bien formulada, que sea mayormente carente de elementos potencialmente pro-inflamatorios, es el pilar central de mi protocolo anti-inflamatorio, existen otros componentes más que deberías considerar para mantener la inflamación controlada y así poder experimentar la mejor calidad de vida que esta existencia te puede brindar, no de manera esporádica, sino regular.
Protocolo de control de inflamación
Después de las infecciones y lesiones, las cuales son más difíciles de controlar—y siempre debes enfocarte en lo que sí puedes controlar, los elementos que más contribuyen a la inflamación en la era moderna son una mala dieta y el sobrepeso. Bueno, pues debido a múltiples razones, una dieta primordialmente carnívora es la mejor para evitar estos 2 pro-inflamatorios, esto porque este tipo de alimentación es la dieta definitiva de eliminación de elementos pro-inflamación, y porque también es el mejor tipo de dieta para perder/mantener peso—especialmente si alta en proteína.
Asimismo, además de eliminar los elementos potencialmente dañinos en sí mismos, una dieta primordialmente carnívora es capaz de optimizar la salud intestinal, particularmente en temas de permeabilidad, lo cual, de no ser optimizado, será un alto promotor de inflamación constante (estudio), esto mayormente al permitir que partículas y/o endotoxinas, pasen del intestino al torrente sanguíneo y, en turno activan al sistema inmune, cuyo responderá con inflamación para deshacerse del “invasor.”
Derivadamente, una dieta vegetariana es una de las peores que puedes adoptar en cuanto a control de inflamación se refiere, gracias a esta estar conformada por uno o más de los elementos más potencialmente inflamatorios: plantas, lácteos y huevos. Por supuesto, el nivel al que estos grupos de alimentos sean inflamatorios o no dependerá de la persona y el contexto, pero como regla general, lo mejor es errar en el lado “demasiado seguro,” y considerar a estos componentes “culpables hasta que se compruebe lo contrario”—tras ardua labor de “prueba y error.”
Adicionalmente, estos 3 grupos de alimentos son relativamente pobres en contenido nutricional en comparación con la carne. Y aunque tanto lácteos y huevos “ganan la batalla” en ciertos nutrientes, en el caso de los lácteos estos no son tan necesarios—o al menos no en grandes cantidades, como el calcio; y en cuanto a los huevos, sus elementos destacados como folato y colina, el hígado de res los contiene en mucha mayor proporción. En otras palabras, ninguna otra dieta le puede ganar en contenido y disponibilidad nutricional—una cosa es lo que ingieres y otra lo que absorbes, a aquella basada en carne diariamente e hígado periódicamente.
Por otra parte, el consumo o no de hidratos no es tan importante como el tipo de los mismos, y con ello no me refiero a si son “simples o complejos,” sino a la cantidad de elementos potencialmente-tóxicos contenidos en ellos. Es por esto que, de consumirlos, mi recomendación es apegarse a aquellos” carnívoros”—leche y miel. frutas, tubérculos y raíces lo más posible y, por lo tanto, evitando así todo tipo de granos, semillas, cereales y legumbres. Y no solo por su contenido de estrogénicos y/o elementos pro-inflamatorios en sí mismos—ej., gluten (estudio); ambos elementos pudiendo desembocar en inflamación adicional (estudio, estudio); sino también por su usualmente alto contenido de aceites poliinsaturados rancios—especialmente en los frutos secos.
Verdaderamente, por este mismo motivo, no existen “compuestos anti-inflamatorios.” Estos famosos compuestos actúan al activar los procesos anti-inflamatorios innatos del cuerpo, no por que estos sean “anti-inflamatorios” en sí. Irónicamente el mecanismo mediante el que hacen esto es al ser detectados como tóxicos por el organismo lo que, en turno, hace que el cuerpo active la respuesta antioxidante y/o antiinflamatoria para contrarrestar su efecto.
Lo único “antiinflamatorio” y/o “antioxidante” que podemos consumir, son nutrientes que soportan los sistemas ya presentes en el organismo—vitamina D, magnesio, complejo B, zinc, etc. Todos los demás—que no nutren al organismo (curcumina, berberina, aspirina, etc.), solo remueven la inflamación de manera temporal debido al mecanismo ya descrito—son detectados como veneno por el cuerpo, y este en turno reacciona con procesos antiinflamatorios/antioxidantes.
La única manera en que los compuestos “antiinflamatorios” pueden fomentar un mejor control de inflamaciones es, posiblemente, al, como similar al entrenamiento intenso, fortalecer este proceso a largo plazo. Pero nunca debemos perder de vista el cómo funcionan y cuando o no se deben utilizar.
En adición a la dieta, otros elementos pueden promover inflamación sistémica, mayormente el no dormir bien (estudio) y el estrés excesivo, siendo ambos realmente uno y lo mismo para el cuerpo: estrés. Gracias al proceso de hormesis, el estrés puede resultar bueno en cantidades reguladas, pero jamás cuando es llevado al exceso, y esto aplica para todo tipo—incluyendo el ejercicio.
Conclusivamente, el mejor protocolo antiinflamatorio es aquel conformado por una dieta primordialmente carnívora—entre más estricta mejor—combinada con un estilo de vida que evite que el estrés se presente de forma desmedida—dormir bien, mantener la calma, entrenar eficientemente, ingesta calórica adecuada, control de consumo de alcohol, etc.
Ciertamente que tanto es “excesivo” dependerá de la persona y situación particular, y este límite de tolerancia puede irse expandiendo progresivamente, pero, como en el entrenamiento de resistencia, la clave es la misma: de manera progresiva. Si por el momento, por la razón que sea, no te encuentras en la mejor disposición para aceptar más estrés, lo mejor será que controles las variables para que puedas enfrentar de mejor manera lo que tienes enfrente actualmente.
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