Como Alcanzar La Maestría Emocional —Y Porque Esta Es Una Habilidad Crucial

Maestría emocional

El máximo despliegue de nuestro potencial es, considero, la mayor razón de nuestra existencia como humanidad. Todo ser humano debería aspirar a maximizar su desempeño personal todos los días. Hacer más, ser más, son metas a las que todo hombre debería aspirar.

Sin embargo, si existe una limitante constante, y que por todos es experimentada de alguna manera u otra, es la disparidad entre nuestra visión racional y nuestra voluntad emocional. Es debido a esto que un plan en teoría “perfecto” puede ser arruinado al llevarse a la práctica en solo unos instantes—ej., le gritas a tu jefe en el trabajo y pierdes el ascenso que ya casi habías ganado.

Aunque las emociones en teoría tienen su función, por supuesto—por algo existen, en nuestra sociedad actual, más veces que no, estas no tienen fundamento, y solamente inhiben nuestro desempeño mental al robarnos de ecuanimidad. Una vez nos dejamos llevar por una emoción que nos invita a actuar de una manera contraria a nuestra ambición, es que hemos perdido la batalla contra nuestro psique, y esto se verá reflejado en resultados deficientes.

Central mente, ni la mejor estrategia del mundo podrá serte de utilidad de no alcanzar la maestría emocional. Es solo a través de la conquista de tu mundo interno de manera previa que serás capaz de siquiera pensar en conquistar el mundo que te rodea—primero tienes que sentirte capaz para poder tener la voluntad de planear y actuar. Es por esto que cada vez me convenzo más que la maestría emocional, sino la mayor, definitivamente es una habilidad crucial para el éxito personal. Todo comenzó cuando conocí el concepto denominado como “Inteligencia Emocional.

 

Inteligencia emocional

Según Daniel Goleman, la inteligencia emocional es la capacidad de una persona para reconocer, discernir, y categorizar las emociones propias y de otras personas para así, poder emplearlas o modificarlas de la mejor manera de acuerdo a sus metas. En síntesis, significa no reaccionar a las emociones, sino emplearlas a nuestro propio beneficio mediante su identificación y manipulación.

Esta inteligencia, presentada de manera superior, podría traducirse a una persona modificando sus acciones en base a las emociones percibidas de otra, o no reaccionando de manera exagerada ante una situación adversa, por ejemplo. Según Goleman, esta inteligencia (EQ), y no tanto la inteligencia racional (IQ), es lo que separa a la gente exitosa de la que no en el mundo laboral y de relaciones en general.

De acuerdo a su libro del mismo nombre, Goleman considera que la inteligencia emocional está conformada por 5 características fundamentales:

  1. Autoconciencia—reconocimiento de emociones propias. 
  2. Autocontrol—control de las emociones propias.
  3. Automotivación—capacidad para motivarse a uno mismo.  
  4. Empatía—reconocimiento de emociones ajenas.
  5. Sociabilidad—capacidad para relacionarse bien con los demás.  

Creo que todos estamos de acuerdo en que estas 5 habilidades pueden considerarse como elementales en una persona con un buen manejo emocional. Si puedes aventajarte de tus emociones e identificar, y hasta influenciar, las emociones de los demás a voluntad, ciertamente podemos considerar que tu “inteligencia emocional” está altamente desarrollada.

En lo que no estoy de acuerdo con el concepto de Goleman, es en el simple nombre. Contrario a la inteligencia racional (IQ), la única inteligencia real, cuya es inamovible al provenir de nuestros genes, la “inteligencia emocional” (EQ) no es una “inteligencia,” sino una habilidad y, como tal, puede ser desarrollada. Es por esto que no considero prudente llamar a esta característica como Goleman sugiere. No es “inteligencia emocional” lo que deberíamos buscar, sino maestría emocional.

 

Maestría emocional

Marco Aurelio

La maestría emocional es la epitome de la racionalidad. Esta habilidad es la diferencia entre un hombre que suele tener arranques emocionales de los que usualmente se arrepiente, y otro que se mueve calculada y racionalmente—estratégicamente.

Su importancia en la sociedad actual recae mayormente en su potencial de proveernos con un mayor control de las situaciones que suceden a nuestro alrededor. “Pienso luego existo” es el dicho que más identifica al maestro de sus emociones—nada se hace considerando su propósito. 

Al igual que el maestro estoico, aquel capaz de alcanzar la maestría emocional personal, confiere un aura de control y maestría social a aquellos que le rodean, y es capaz de seguir la estrategia planeada al pie de la letra en todas sus metas.

En el ámbito laboral, todos los días nos encontramos con personas que se encuentran a la merced de sus emociones y, consecuentemente, de las externas situaciones. Estas personas no son capaces de distinguir entre lo que les sucede y sus percepciones—creen que ambas cosas son lo mismo, lo cual, tiene un costo muy alto en cuanto a preservación energética, bienestar mental, y desempeño social.

Podemos vivir nuestra vida día a día sin saber todo lo que estamos “dejando sobre la mesa.” El llevar una vida ajetreada llena de emociones desenfrenadas y llegar un día a tus 55 años y no saber cómo es que estos se ha pasado tan rápido, como es que no pudiste realizar nada de lo que anhelabas, no es la excepción, sino algo que, desafortunadamente, ocurre con normalidad.

Además, dejando de lado esta situación, en la que nos sentimos dominados por la emoción y con total falta de control sobre nuestro camino de acción, la falta de inteligencia emocional muy probablemente te hará perder amistades, ganar enemigos indeseables, y obstaculizara de mas tu progreso en el ambiente laboral.

Por si esto fuera poco, la falta de maestría emocional, conlleva inherentemente una sensación de falta de control sobre el ambiente y, derivadamente, constante insatisfacción. Contrariamente, al adquirir un dominio total sobre tu propia mente, la perpetua felicidad estará completamente a tu alcance.

Habiendo mencionado todo esto, los factores descritos que hacen de esta habilidad algo altamente importante siempre han existido en la historia de la humanidad—o al menos en su mayor parte. ¿Por qué en la actualidad esta habilidad se ha vuelto han más crucial?  Primordialmente por la automatización general de la vida profesional.

Los robotización de procesos industriales, la programación de sistemas  computacionales, la futura implementación de la famosa “inteligencia artificial.” Todos estos avances tecnológicos, en algún punto en el futuro—sea este cercano o lejano es algo incierto e irrelevante, eliminarán la mayor parte de los trabajos repetitivos y en su mayoría insignificantes. Ciertamente, a este punto este desplazamiento no es un cuestión de “si pasara”, sino de cuándo éste será. Por lo que es mejor que estés preparado.

De manera enfática, aquel maestro de sus emociones no trata de suprimirlas, sino que las doméstica. No es la evitación de la emoción lo que estamos buscando—algo que no es siquiera posible, sino su correcta utilización. Las emociones no son opcionales, pero si nuestras acciones.

Que estés enojado no significa que tengas que gritarle a tus empleados, que sientas envidia no significa que tengas que atacar a quien te la provoca, que sientas miedo no significa que no puedas actuar a pesar de este, que sientas tristeza no significa que tengas que sumirte en la depresión y apartarte del previamente planeado camino de acción.

Que sientas comezón no significa que tengas que rascarte. Que sientas hambre no te obliga a comer. Repito, el actuar a partir de una emoción no es una obligación, sino una opción. El coraje, por ejemplo, no significa «ausencia de miedo,» sino el actuar en a pesar del miedo. ¿Cuál es el secreto para actuar basado en la razón en lugar de la emoción? La disociación.

El primer paso para utilizar la razón, es el identificar la emoción y desasociarse de ella. Tu no “estas” enojado, tu te sientes, enojado. En la primera perspectiva tu “eres parte de,” en la segunda tu solo eres el observador de algo. Esto no aplica solo para los sentimientos, sino para todo tipo de sensación del cuerpo—ej., hambre, frío, fatiga, calor. 

“Mente sobre materia” no requiere de intensa concentración, solo es una cuestión de separación. Date cuenta que puedes experimentar todas las emociones habidas y por haber y permanecer inmóvil. Tu no eres la emoción o sensación, tu eres un ente diferente. Tu no eres tú mente. La emoción es solo una señal, al final tú decides cómo actuar. El reconocer y actuar sobre esto es la raíz de la maestría emocional. 

¿No obstante, existirá algo que nos permita ir más allá, de manera tal que podemos evitar la aparición de una emoción indeseada determinada en primer lugar? Si lo hay, se llama mentalidad.

 

Mentalidad: el modificador emocional primordial

“Si estás angustiado por algo externo, el dolor no se debe a la cosa en sí, sino a tu estimación de ella; y esto tienes el poder de evitarlo en cualquier momento.”

—Marco Aurelio

Puede que no seamos capaces de controlar las emociones que aparecen sin avisar—como en caso de ser asaltado, sin embargo, si existe alguna manera de controlar la mera presencia de una emoción particular cuya no es provocada por una situación urgente inmediata, esa es la mentalidad.

En síntesis, se denomina mentalidad al conjunto de métodos, creencias, supuestos o anotaciones sostenidas por una o más personas. La mentalidad, generalmente resulta de cómo vemos el mundo o nuestra filosofía de vida. En otras palabras, la mentalidad afecta la forma de pensar de una persona y, por ende, el mecanismo de gatillos emocionales personales.

Si un hombre cree que el ser encarcelado será algo que arruinara su vida y lo dejará sin salida,  este tendrá un miedo inmenso al solo pensamiento de este evento. En contraste, aquel que visualice y se prepare para este posible escenario, llegando a la convicción de que podrá manejarlo y que podrá de alguna manera sobrellevarlo, no tendrá miedo alguno a enfrentarlo. ¿Quién vivirá mejor, quién estará más preparado, quién tendrá mayor ventaja?

Primero que nada, aun y siendo hombres, los humanos somos seres más emocionales de lo que pensamos. Más veces que no, podemos creer que estamos actuando mediante la razón cuando en realidad lo estamos haciendo desde la emoción. Asimismo, emociones como la depresión y el miedo, son capaces de disminuir nuestro rendimiento con su sola presencia, aún y ante la mayor “inteligencia emocional” que puedas desplegar, esto, al menos en comparación a su ausencia.

Similarmente, es más fácil mantener el poder en la relación al no sentirte excesivamente atraído por tu contraparte pero, de nuevo, una vez activados los gatillos de una emoción esta no puede retirarse de no arreglarse el pensamiento que la provoca, y lo mismo sucede con la atracción—la atracción no es una opción. Por más que quieras aparentar mediante “maestría emocional” que la otra persona no te interesa tanto como piensa, en uno que otro movimiento lo harás notar, y esta se dará cuenta—o por lo menos dudara de que lo que le presentas es totalmente verdad.

Similar a un malestar corporal, la cura auténtica se encuentra en encontrar la causa raíz para solucionar el problema como tal, no tratar de “curar” el síntoma. Como un doctor que da medicinas para ocultar la sintomatología de una enfermedad, el tratar de “dominar tus emociones” solamente te dará, en el mejor de los casos, una cura parcial, y en el peor, dejará que tus emociones lleguen a un punto tal en el que no las podrás controlar más ni con la mayor fuerza de voluntad—cuya es, por cierto, limitada

En lugar de esto, debemos actuar no como doctores especialistas basados en síntomas, sino como aquellos holísticos que buscan la causa raíz para modificarla y, así, eliminar, no ocultar, la presencia de los síntomas. En el caso de la mente, siendo los síntomas las emociones crónicas—duraderas, la mentalidad siempre será la causa principal—de los pensamientos surgen las emociones. En otras palabras, en cuanto emociones crónicas, la maestría emocional debería considerarse como una respuesta de contención temporal. En estos casos, el trabajar en tu mentalidad es la solución real.

Si te sientes deprimido porque te dejó tu novia, es porque crees que ella era tu alma gemela o simplemente porque no sabes apreciar la soledad. Si te sientes enojado porque alguien fue ascendido en lugar tuyo en tu trabajo, es porque crees que tu lo merecías mas o que fue “injusto”—si lo ascendieron y a ti no fue por algo, en algo fue superior.  Si te sientes con miedo de perder tu fuente primordial de ingresos actual, es porque crees que, de ser así, no podrías crear otra mejor o igual

Irónicamente, en el caso de estos 3 ejemplos, la solución es la misma. Solo con creerte con, o tener más opciones eliminarías de raíz todas esas indeseables emociones—ninguna “maestría emocional” requerida. Si te sientes con la capacidad de conseguir un mujer mejor o igual no te deprimirás si la actual te deja. Si reconoces la superioridad de tu competidor no te enojaras, y trabajaras por mejor tu en su lugar. Si te sientes seguro de poder crear una fuente de ingresos similar a voluntad, no sentirás miedo alguno de que la actual decaiga. En todos estos casos, la solución es tu mentalidad.

Similarmente, si estás en una cita con una chica a la que consideras tienes “suerte” de siquiera estar platicando, ella se dará cuenta por mas que trates de ocultarlo—la mayor razón por la que no creo en las “técnicas de seducción como solución a largo plazo. Si tienes ansiedad respecto a tu desempeño sexual—generalmente causado por ver demasiada pornografía, ni toda la “inteligencia emocional” o fuerza de voluntad del mundo te podrán ayudar con tu aparente “disfunción eréctil”—la excitación requiere de relajación, el estrés la inhibe. 

En el primer caso, el saberte por encima de ella, o hasta con solo creerte superior en cuanto valor de mercado sexual, te dará la mentalidad y perspectiva adecuada para actuar de manera atractiva—masculina. En el segundo ejemplo, el aprender que las escenas pornográficas y personas que aparecen en ellas son rarezas o imposibilidades—penes enormes, posiciones incómodas, mujeres casi perfectas, etc.; no la norma, cambiara tus creencias de cómo una relación sexual real es y, por ende, eliminara tu ansiedad. En ambas situaciones, para arreglar las emociones, primero tienes que modificar tu mentalidad respecto a la situación particular.

Asimismo, puede que tengas el suficiente coraje para hablar en público aun y cuando te sientes altamente nervioso, pero esto no evitará que lo hagas de manera deficiente en comparación con alguien experimentado. En este caso, como en el de la mayoría, la practica te hará mas confiado. La práctica modificara mentalidad. En algún punto te creerás capaz de hacerlo de la mejor manera y, ante la ausencia del nerviosismo, así lo harás.

Otro muy buen ejemplo de modificación de mentalidad, es el reconocer que no son los eventos los que afectan nuestras emociones, sino nuestra perspectiva y pensamientos respecto a las situaciones. Puede que pierdas a un ser querido y sientas que se te derrumba el mundo, pero en cuanto te des cuenta que esto es parte natural de la vida, y creas que así estaba escrito desde el principio, sea esto o no cierto—”amor del destino,” las emociones no deseadas relacionadas con este evento disminuirán o desaparecerán.

Las emociones en sí, especialmente aquellas que aparecen de manera repentina o explosiva—momentáneas y agudas, si pueden, y de hecho, deberían ser controladas con el poder de la razón de ser esto lo beneficial para nuestros propósito particular, esto, al ser estas casi imposibles de modificar—intenta no exaltarte cuando alguien te sorprende desprevenidamente. Es aquí, en este tipo de casos, en donde la única solución es la maestría emocional.

No obstante, en el caso de emociones más moderadas, pero que se presentan de manera más larga—crónicas, como el resentimiento, la depresión, y el apego, por ejemplo, aunque también pueden ser manejadas mediante maestría emocional de manera momentánea, la mejor solución provendrá de cambiar tu forma de pensar para, así, no solo controlarlas—tratar el “síntoma,” sino eliminarlas—tratar la “enfermedad”en sí.

Puedes tratar de usar todo tu poder mental para eliminar tu necesidad por una mujer particular, por ejemplo, pero esto solo te servirá hasta cierto punto—el sentimiento seguirá allí medio-escondido. En este caso, la mejor solución, la que atacará la raíz del problema, será el relacionarte con otras mujeres—incrementar tu percepción de opcionalidad, reconocer que no necesitas de nadie para “completarte”—volverte cómodo y saber apreciar la soledad, o enfocarte en tu propósito principalla epitome de la masculinidad. Todas estas opciones o, mejor aún, su combinación, te ayudarán no a reducir, sino a eliminar este apego/necesidad—ya te “dará igual.”

Ambos caminos modifican tu mentalidad al hacerte darte cuenta que o tienes la capacidad de reemplazar a esa mujer en cualquier momento con otra—eliminando tu necesidad de cualquier mujer particular, o simplemente existen cosas más importantes y, por ende, que merecen mayor disposición de recursos—tiempo, energía, pensamiento, etc.; que cualquier mujer—nada va antes que tu propósito particular y, por ende, nada puede distraerte de este.

Centralmente, la mentalidad es derivada de creencias arraigadas creadas por el estudio, hábitos, y la experiencia, siendo esta última la que deja estas creencias impresas de manera más marcada. Si lees en un libro que una mujer jamás te querrá de manera incondicional, sino que esto será en base a tu percibido valor sexual; si, lo aprenderás, pero no será hasta que ella te engañe o te deje por otro hombre de valor superior que realmente entenderás esta realidad y esta implantará de manera profunda en tu mentalidad. La experiencia enseña de manera dura, pero enseña mejor. 

De aquí el dicho, “la mujer nace, el hombre se hace.” Para convertirte en el hombre que quieres ser, para adquirir el carácter, la confianza, y la mentalidad que te llevarán al éxito necesitas, como el hierro, forjarte a través del fuego de pruebas y tribulaciones, es decir, la experiencia. Entre más superes, además de llevar una vida más satisfactoria, más experimentado y masculino te volverás.

Ultimadamente, no puedes cambiar tu estado emocional a menos que modifiques tu mentalidad. Es solo esta la que cambiará en tu mente los mecanismos que activan ciertas emociones ante ciertas situaciones. Ciertamente tomará tiempo, pero no existe emprendimiento que te dará mayor retorno de inversión, al está afectar toda área de tu vida primordial, comenzando con tu salud.

 

La salud es mentalidad

Salud-mentalidad

Hasta hoy, como humanidad, hemos tenido que luchar todos los días contra múltiples elementos que afectan nuestra salud como las infecciones, la desnutrición, e intoxicación. No obstante, hábitos “placenteros” de estilo de vida como fumar, tomar alcohol, no consumir alimentos de calidad, ingerir calorías de manera desmedida, y llevar una vida mayormente inactiva son los mayores detractores de la salud entre la población contemporánea.

Irónicamente, en tiempos modernos, las más comunes enfermedades mortales—cáncer, diabetes, demencia, aterosclerosis, etc,; son causadas no por factores fuera de nuestra influencia—infección, escasez, toxicidad, etc.; sino por aquellos totalmente bajo nuestro control, pero que nos somos capaces de regular como debiéramos. Asimismo, la longevidad está asociada a la ingesta calórica mayormente, por lo que lo que hoy nos hace “felices”—llevar una dieta alta en calorías, además de hacernos ganar peso a la larga, nos quitará expectativa de vida—preferimos la gratificación inmediata sobre el bienestar a la larga.

Es el no ganar la guerra contra nuestro propio deseo de placer al no practicar moderación o restricción, es lo que causa los mayores efectos perjudiciales a nuestra salud en el largo plazo. Tanto el fumar como el tomar alcohol, por ejemplo, son hábitos no deseables, pero que pueden incluirse de manera limitada en una vida balanceada—particularmente si se trata de tabaco puro y destilados correspondientemente. Similarmente existen ciertos “alimentos” que vale la pena evitar tanto como se pueda.

Las buenas noticias son que la mayor batalla mental se lidia solamente en un principio. Una vez el hábito negativo es cambiado e, idealmente, suplantado por uno positivo, tras un buen periodo de tiempo en el que se practique regularmente, este se convertirá en parte fundamental de tu vida, a punto tal que te comenzara a ser más difícil romperlo que el seguirlo. Caso en punto, ahora me es más difícil dejar de hacer ejercicio intenso que el hacerlo y, de hecho, en ocasiones espero con ansias el momento de poderlo realizar.

En síntesis, para optimizar tu salud tienes que declarar guerra contra tu propio anhelo por gratificación instantánea esto, si quieres obtener la recompensa de un cuerpo fuerte y una salud duradera—un “cuerpo superior”. Realmente, la salud es una guerra contra tu propia mente.

Centralmente, recuerda que la comida no es, o no debería, ser diversión o entretenimiento, sino nutricion. Asimismo, tampoco es un método para socializar. Debería importarte un carajo si te critican por comer algo saludable—ej. un buen bistec—en lugar de algo más “divertido”—ej. pizza—solo por quedar bien. Si lo que buscas es socializar o salir con una mujer, mejor ve a un bar y limitate a una ingesta moderada de bebidas alcohólicas de alta calidad—más barato y más sano. 

La salud no es una cuestión externa en su mayor parte. Es solo cuando tomes como creencia firme que tu salud  es más importante que cualquier gratificación instantánea provista por un alimento “no tan sano” que podrás cambiar. Es solo la maestría emocional traído por la correcta mentalidad que te dará éxito a largo plazo en materias de bienestar corporal. La salud es mentalidad.

 

La riqueza es mentalidad

Inicialmente, la riqueza también es mentalidad, ya que, al igual que con la salud, esta es derivada de una consecutiva y regular práctica de buenos hábitos, por lo que para poder obtenerla será necesario tener la firmeza para instaurar y mantener sistemas que lleven al fin buscado. Puedes aspirar a controlar tu ansiedad por comprar cosas que realmente no necesitas todos los días—algo creo altamente difícil, pero el cambiar tu mentalidad respecto a esto—no existe razón por la que comprar cosas que no necesitas solo para impresionar a los demás—removerá esta ansiedad. No obstante, la mayor importancia de la mentalidad en cuanto a la riqueza no se encuentra aquí, sino en el mundo laboral en sí.

En el ambiente de trabajo cotidiano, tanto entre empleados como entre compañías, existe una batalla constante para ver quien tomará el mejor lugar en el podio—quien ganara. Nos gustaría pensar que esto no es así, pero la realidad es que el mundo laboral es un lugar de competencia, y competencia significa guerra.

Para moverte bien en el mundo de los negocios o subir en la escalera corporativa no solo necesitas “desempeño puro,” sino también estratégia, siendo esta última, argumentativamente, más importante. Por más acción que apliques, de ser está mal direccionada, solo desembocara en estancamiento en el mejor de los casos y en errores en el caso de los peores.

La palabra “estrategia,” de hecho, fue designada inicialmente a “el arte de proyectar y dirigir las operaciones militares, especialmente las de guerra;” por lo que generalmente, todo lo que implique una estrategia, en la que 2 o más grupos/ individuos estén involucrados, particularmente de estos estar en intercompetencia, significa guerra.

De hecho, es de esta realidad que la “planificación estratégica” empresarial suele tener lugar. Este tipo de aplicación estratégica tiene el propósito primordial de identificar a la competencia—enemigos, tras delinear sus propias debilidades y fortalezas, para poder así determinar como mejor enfrentarse a esta. Tanto así, que es común que en corporaciones se suelen utilizar términos como “fuerza de ventas,” por ejemplo.

Tanto en esta guerra, como en todo tipo de guerra, el individuo con la más acertada mentalidad es quién ganará al final. Si dejas que tu ego se interponga en tu camino, y te enfocas en ganar la batalla del momento, al actuar por enojo e insultar/ridiculizar a tu superior, por ejemplo, todo lo que hayas construido hasta el momento con múltiples años de esfuerzo, se caerá en unos momentos. Ganarás la batalla, pero perderás la guerra.

Solo aquel que tenga la maestría emocional o, mejor aún la mentalidad adecuada que le permita desplegar el plan sin titubear o cambiar de opinión de manera súbita por algún rebate emocional, es quien ganará al final. Si tienes la firme creencia de que el camino que te encuentras es el correcto, no te sentirás movido cuando a un compañero de trabajo le asciendan a una posición de mayor paga, pero que no va alineada a tu plan final, por ejemplo. A fin de cuentas, puede que no sea el dinero tu motivación primordial, sino la libertad y/o el desplegar tu voluntad en la realidad.

De cualquier manera, como posiblemente ya te habrás dado cuenta, independientemente del negocio en que te encuentres, en cuanto a riqueza, la mayor guerra diaria es librada en el campo de batalla de las dinámicas sociales, y no solo esto, la estrategia en dinámicas sociales se aplican en todo tipo de relaciones. Las relaciones, como la riqueza, son mentalidad.

 

Las relaciones son mentalidad

Niccolo-Maquiavelo

La persuasión y la influencia, tanto en el ámbito de relaciones intergénero, interpersonales, y de ventas, lo queramos o no, involucran guerra y, por ende, también mentalidad y estrategia. Más veces que no, especialmente en el área laboral y de relaciones romántico-sexuales, aquel que despliega la mejor estrategia, aquel que “gana la guerra,” es quien obtiene la mayor recompensa.

Es aquel que sabe moverse bien socialmente, esto es, calculadamente, quien será ascendido de puesto en una corporación, no necesariamente el que se desempeñe mejor. Es aquel que sepa moverse de mejor manera a través de las reglas primordiales de seducción quién podrá, en primer lugar, atraer al sexo opuesto y, en segunda instancia, obtener lo que quiere de la relación—ej., sexo sin compromiso. Es aquel que sepa desplegar las mejores tácticas (otro término militar) de persuasión y/o negociación quién podrá vender su idea, servicio, o producto a quien así lo desea.

Similarmente, regularmente somos atacados por otras personas cuando somos identificados por nuestra aparente/potencial superioridad con respecto a ellos. Todo ataque significa guerra, por lo que es común que tengamos que desplegar algún tipo de estrategia, nos demos cuenta de esto o no, en todo este tipo de batallas diarias.

En realidad, me atrevería a pesar, sin temor a caer en la paranoia, que en la mayor parte de todas nuestras interacciones sociales, de la naturaleza que sea, existe una constante guerra, particularmente en aquellas en las que una meta particular es la razón de la interacción, por ejemplo, en la persuasión en cualquiera de sus múltiples formas—ventas, seducción, liderazgo, etc.

Persuasión es manipulación. A la mayoría no le gusta ser manipulado, por lo que el simple reconocimiento de intento de hacerlo levantara las “defensas” de la parte que se siente está tratando de ser persuadida—“atacada.” Caso claro, a nadie nos gusta que “nos vendan”, nos gusta comprar, y no solo me refiero a ventas de productos/servicios, sino también propagación de ideas, relaciones de pareja, y adquisición de empleados por una empresa, por ejemplo.

Para este tipo de guerra cotidiana, las tácticas y estrategias son amplias, y altamente contextuales, por lo que el tratar de definirlas sería una tarea casi interminable, por lo que no se hará aquí. Lo importante es que reconozcas que estas deben estar allí si se quiere alcanzar el fin determinado por el que uno en una interacción social se está involucrando.

Lo que sí queda claro, y aplica de manera general  es que, debido a las relaciones sociales generalmente involucrar las emociones, similar a la salud y la riqueza, estas requieren también de maestría emocional o, mejor aún una adecuada mentalidad. Es solo la mentalidad adecuada la que te permitirá moverte de la mejor manera en tus interacciones sociales sin siquiera pensar en el momento o tener que utilizar amplias cantidades de fuerza de voluntad en maestría emocional.

En otras palabras, las buenas relaciones comienzan en tu propia cabeza. Para ganar una guerra exterior, cualquier guerra, primero debes ganar la interna. Para conquistar al mundo primero tienes que conquistarte a ti mismo. Es por esto que la felicidad, siendo esta el resultado final de ver tu visión plasmada en el mundo, también es mentalidad.

 

La felicidad es mentalidad

“Cualquier cosa que la mente del hombre puede concebir y creer, puede conseguir.”

—Napoleón Hill

Para ser exitoso y para ser feliz, tienes que primero desarrollar la mentalidad que mejor te lleve a la vida que deseas experimentar. Si tu mentalidad involucra derrotismo o preferencia por el placer y la comodidad, simplemente jamás serás capaz de idear siquiera el plan que pueda llevarte anhelada realidad.

Similarmente, sólo es feliz aquel que así lo decide. La felicidad es una elección. Ser feliz significa estar completo. No es feliz el que tiene más, sino el que está contento con lo que tiene. Puedes tener todo el dinero del mundo, pero si esto no es lo que quieres, o quieres aun mas que esto, jamas te sentirás contento, esa es la verdad. De la mentalidad es que proviene la felicidad.

Entiendo la ironía de esta dicotomía. Para ser felices tenemos que tener una mentalidad que nos empuje a buscar más, pero también aquella que nos haga sentirnos satisfechos con lo que ya tenemos. Similar a las dicotomías masculinidad-feminidad, luz-oscuridad, yin-yang y, de hecho, toda dicotomía de la vida, estas si, son diametralmente opuestas, pero también se complementan.

¿Centralmente, cual sera la mejor perspectiva, querer más porque así tu ambición natural lo invita, pero desde una mentalidad de abundancia en que ya sientes lo tienes todo en primer lugar, o aquella en que lo sientes como necesidad y partes de una mentalidad de escasez e inseguridad?

Como yo lo veo, el primer escenario te hará hacer las cosas por amor, el segundo por miedo o resentimiento—la máxima manera de diferir entre bien y mal. En el primer caso actuarás con una mente calmada, en el segundo con una alterada. En otras palabras, irónicamente, partiendo de una punto de abundancia es más probable seas más exitoso que partiendo de aquel de escasez.

Asimismo, es una ley de las relaciones sociales que “a quien le importa menos, es quien tiene más poder.” Debido a que aquel que parte de una posición de mayor abundancia respecto a algún tema en particular, será quien dará menos importancia al resultado final, será, similarmente, el que tendrá más poder y, más veces que no, quien también será más beneficiado al final.

Esto lo vemos todos los días. El hombre que se siente completo con su existencia sin la necesidad de la presencia de una mujer en particular, o mejor aún, las mujeres en general, en su vida, es quien las atrae mas y las mantiene así sin siquiera tomar esto como prioridad. En cambio, aquel que la(s) hace el enfoque de su vida, además de llevar una existencia funesta, no las atrae o no las puede mantener a su lado. En el primer caso la mujer es un complemento opcional, en el segundo es una necesidad. Si, la necesidad es la madre de la invención, pero también lo es de la desdicha.

Otro ejemplo lo vemos en el ambiente laboral y de negocios en general. Aquel que va a la entrevista sabiéndose con múltiples opciones, teniendo ya un buen empleo en la actualidad, o simplemente entendiendo que el que obtenga el trabajo o no es algo de baja relevancia en el gran esquema de las cosas, es quien desplegará la mayor confianza y, por ende, quien saldrá de el evento más probablemente airoso, y con la mejor oferta—no se “abaratara.” Similarmente, Aquel vendedor que ofrece sus productos para que los tome quien así los necesite, y no los trata de imponer en alguien solo por querer vender, es quien venderá más y será más recomendado.

En todos estos ejemplos, y muchos más que tardariamos horas en enlistar, la abundancia (nuestra) y la necesidad (opuesta) se complementan para brindarnos una felicidad perpetua. Es por esto que, contrario a la creencia popular actual, la masculinidad es tan necesaria en la sociedad, al ser su mayor elemento la provisión hacia los demás. Y, por supuesto, desde el punto de vista propio, esto significa mayor recompensa tanto física como espiritual, siendo el dicho “entre más des, más recibirás” no una opinión, sino una ley universal.

Conclusivamente, tanto la salud, como la riqueza, así como las relaciones y, por ende, el éxito y la felicidad en general, parten de la mentalidad. Cada vez que estés sintiéndote carente en cualquiera de estas áreas, o en cualquier ámbito existente en realidad, no voltees a los eventos particulares, voltea a ver a tu mente, más específicamente, a tu mentalidad—en lo que piensas te conviertes.

 

Conclusión

La maestría emocional es sino el mayor, un elemento fundamental para el éxito personal en general, ya que es solo mediante ella que podrás trazar e implementar la mejor estrategia que te llevará a la consecución de cualquiera de tus metas. Es solo a través de esta que no sucumbirás a las emociones inmediatas que de un segundo a otro pueden socavar años de constante trabajo. 

Podríamos considerar al control emocional, “inteligencia emocional,” o maestría emocional como soluciones a corto plazo que nos permitirán actuar a pesar de sentir una emoción que entre en conflicto con la meta que queremos alcanzar—ej., gritarle a nuestro superior por enojo cuando sabemos esto afectará la relación. No obstante, es solo la correcta mentalidad la que nos proveerá con el estado emocional ideal. Una vez está implantada, no habrá necesidad de “controlar” nada.

Centralmente, esta es la mayor premisa de la filosofía estoica. Al racionalizar nuestras emociones, y encontrar la causa raíz de estas, podemos desprendernos de ellas si logramos cambiar nuestra perspectiva respecto a lo que las está causando o, lo que es lo mismo, en palabras de Marco Aurelio: “escoge no ser herido y no te sentirás herido, no te sientas herido y no lo habrás sido.”

Ante todo, piensa antes de actuar, pero más importante, conviértete antes de siquiera comenzar a planear—puede que lo que tanto quieres en realidad no lo necesites. Todo parte de tu mentalidad.

 

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4 comentarios en «Como Alcanzar La Maestría Emocional —Y Porque Esta Es Una Habilidad Crucial»

  1. Hola Astorga. Ya no me gusta mi novia… pero la quiero y no me gustaria lastimarla puesto que es muy depresiva ademas de que ella enverdad me quiere. Tengo mucha curiosidad por estar con otras mujeres. Ademas que sé que no tengo todo el tiempo del mundo comprado… además me siento frustrado por no alcanzar mi maximo potencial para lograr mi proposito. ¿Que podria hacer para cambiar mi mentalidad y poder decidirme a actuar sin temer las repercusiones de mis actos?
    excelente post.

    1. Si ya no te gusta tu novia, déjala. Es lo mejor para los dos.

      Para cambiar tu mentalidad no hay nada mejor que actuar. Haz lo que sabes que sabes es lo correcto y esto se te ira facilitando con el tiempo.

      Ante todo, recuerda que tu propósito va primero que todo lo demás. Esto te facilitara el tomar este tipo de decisiones que parecen difíciles de tomar.

      Saludos

  2. Buenos días Alex. Por favor nunca dejes de escribir !
    Me he dado cuenta que el perfil de personas que me gustan son personas argumentativas, seguras, con un sentido muy fuerte. Jordan Peterson, Agustin Laje, Nayib Bukele, Ben Shapiro.
    Segun Carl Jung, todo lo que admiramos de los demas, lo tenemos y realmente me entusiasma bastante eso.
    Cual es la forma de poder incorporar algo similar a la personalidad de uno? o es solo algo que hay que explorar y actuar sin pensar demasiado.
    Saludos y cuidese.

    1. Gracias Tony

      La mejor manera estudiar lo que quieres incorporar practicándolo.

      El mayor aprendizaje es aquel que viene de la experiencia en combinación con la reflexión.

      Estudia, experimenta, evalúa, y modifica. Ese es el camino hacia la maestría – de lo que sea.

      Saludos.

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