Existen múltiples alimentos que todo hombre debería evitar regularmente, no obstante, de estos, la mayoría pueden ser incluidos de vez en cuando dependiendo del contexto, con una sola excepción, la cual, es el único alimento que toda persona debería evitar.
Ciertamente, la salud y desempeño son cosas que considero todo individuo debería tomar como prioridad, por lo que el saber alinear tus metas con este objetivo es algo fundamental. Asimismo, en cuanto dieta como en ejercicio, y todo tipo de tema relacionado con el bienestar en realidad, es más importante no tanto el saber que agregar, sino el saber que evitar.
Sin embargo, el exceso drástico de información contradictoria, comparado con aquella disponible en tiempos previos, mayormente gracias al internet, hace que el determinar la respuesta a “cuál es la mejor dieta” sea algo difícil de realizar, especialmente para el hombre común que no está tan involucrado en el tema y/o no tiene un conocimiento extenso sobre este.
Afortunadamente, me atrevo a decir que, ya con más de 10 años de estudio sobre “cuál es la mejor dieta para la humanidad,” tengo una respuesta, sino completamente acertada, definitivamente muy acercada a la verdad. Derivado de esta investigación es que he encontrado que existen muchos grises y contextos que hacen complejo el decidir con certidumbre que un aproximamiento dietético es efectivo para todo individuo en todo contexto, sin embargo algo sí me queda claro, existe un alimento que toda persona debería evitar, y ese es el ácido linoleico.
El único alimento que toda persona debería evitar
El único alimento que toda persona debería evitar es el ácido linoleico. Siendo el ácido linoleico un constituyente de múltiples comestibles mayormente vegetales, derivadamente estos deben eliminarse, o al menos reducirse, en la dieta. Esto, no solo para casos particulares, sino para todo individuo que quiera maximizar su salud, apariencia y bienestar general.
Ciertamente, este ingrediente si puede ser considerado como nutriente al ser su consumo necesario para el ser humano, o más bien el de su derivado ácido araquidónico, sin embargo, este no debe ser para nada cercano al ya normalizado en nuestro ambiente moderno. Nuestros requerimientos son mínimos, y lo hemos estado consumiendo excesivamente y, de hecho, ni siquiera requerimos consumir ácido linoleico, el cual es el omega 6 en su forma vegetal, sino ácido araquidónico, cuyo es la versión de omega 6 de origen animal.
Ninguno de los 2, ya sea ácido linoleico o araquidónico, deben ser consumidos en cantidades considerables regularmente, sin embargo, de estos, el que tiene más potencial tóxico es el linoleico, al este ser una grasa omega 6 no alineada con la dieta natural de la humanidad, y que por lo tanto requiere de un proceso de conversión adicional. Similar a otro elementos como el hierro y la vitamina A en su forma vegetal, es decir hierro no-hemo y betacaroteno, estos no son asimilados de forma eficiente y pueden acumularse tóxicamente en los tejidos, contrario a estos mismos nutrientes en su forma animal, esto es, hierro hemo y retinol respectivamente.
Debido a esto, ciertamente es ideal el evitar un consumo excesivo de todo omega 6, no obstante, de particular importancia es el reducir, o mejor aún, eliminar, todo ácido graso de este tipo en su forma vegetal, en otros términos, ácido linoleico. Esto por múltiples potenciales efectos negativos en el cuerpo de no hacerlo.
Efectos negativos del ácido linoleico
Verdaderamente, todas las grasas poliinsaturadas (“PUFAs”), incluyendo aquella “beneficial” omega 3, tienen la capacidad producir diabetes y/o obesidad al inducir una “mejora” en sensibilidad a la insulina (estudio, estudio). Y aunque la sensibilidad a la insulina es reconocida por la mayoría como algo “bueno”, y lo es dependiendo de contexto—mayormente si esta sensibilidad es ejercida en las células magras, no lo es tanto cuando esta es aplicada a la grasa corporal—células del tejido adiposo (adipocitos).
Centralmente, la sensibilidad a la insulina es la capacidad de la célula para tomar proteínas y/o energía para sostenerse a sí misma tras la señalización de la insulina. No obstante, por razones evidentes, esto no es lo ideal en el caso de todas las células del cuerpo, y con esto me refiero por supuesto a las células que conforman el tejido graso. Una célula muscular bien nutrida debido a su alta sensibilidad a la insulina por supuesto es algo benéfico, pero un adipocito que está a punto de reventar de tanta energía absorbida no lo es.
De hecho, un mecanismo fundamental del organismo es la capacidad para incrementar la resistencia a la insulina del cuerpo, particularmente de los adipocitos, conforme este va ganando peso, esto con el único motivo de evitar una ganancia excesiva de grasa. No obstante, debido al altísimo consumo de grasas poliinsaturadas, contrario a la antigüedad, este proceso preventivo no puede tomar lugar, lo que ha derivado en las tasas altas de obesidad mórbida de hoy en día.
Derivadamente, siendo su completo opuesto, el ácido esteárico, el cual es un tipo de grasa saturada en alimentos de origen animal mayormente encontrada, deriva en resistencia a la insulina (estudio), por lo que mantiene la correcta señalización a las adipocitos, y de los adipocitos al cerebro para que estos dejen de absorber energía al llegar a su límite y, consecuentemente, indiquen al cerebro que ya no existe necesidad de consumir más energía al ya haber la suficiente.
Es por esto que considero a la grasa saturada en general, pero particularmente al ácido esteárico como el mejor sustrato energético que se puede consumir y el que, como humanidad, hemos estado consumiendo desde que a nuestra raza se le reconoce como tal. Tanto así, que cuando comemos hidratos en exceso, al punto que nuestro organismo comienza a convertirlos en el hígado a grasas para almacenarlos mediante la lipogénesis al no poder ya utilizarlos, los transforma no en grasas poliinsaturadas, sino mayormente saturadas y secundariamente monoinsaturadas (estudio).
Verdaderamente, este es el argumento principal porque considero que los hidratos en general, particularmente aquellos no tan procesados, no son los causantes de la obesidad ni la diabetes—o por lo menos no primariamente. Por supuesto, este no es un razonamiento a favor de un alto consumo de hidratos en lo absoluto, particularmente de origen vegetal—siendo la mayoría, esto mayormente por su bajo contenido de nutrientes y alta potencial toxicidad en contraste con su contraparte de origen animal, pero si te preocupas demasiado por no tomar leche o miel, porque estos contienen hidratos, creo realmente estarías “dejando de ver el bosque por los árboles”.
Sus efectos son prolongados
Todo otro alimento puede o no causar efectos negativos momentáneos, pero consumir ácido linoleico en demasía, puede derivar en efectos negativos de por vida—o por lo menos gran parte de esta. Esto debido principalmente a que, contrario al resto de nutrientes, estos se almacenan en los tejidos de forma indefinida hasta su oxidación y, aunque ineficiente, también pueden ser utilizados como energía, por lo que no son desechados—todo lo ingerido es almacenado en tejido.
Esto es lo que los hace más peligrosos a la larga que cualquier otro antinutriente por ejemplo, ya que los efectos no se sienten en el momento, si no que son registrados en la posteridad de no ser balanceados con ácido esteárico en los adipocitos (algo que veremos como hacer en la siguiente sección). Lo que esto ocasiona es que no nos demos cuenta del daño que estamos haciendo a nuestro cuerpo hasta comenzar a quemar el exceso de ácido linoleico, empezando así a sufrir sus nocivos efectos—como cuando nos entramos en una dieta de pérdida de peso, por ejemplo.
Asimismo, el dicho “lo que llega rápido, rápido se va” aplica de manera particular en este mecanismo, solo que a la inversa. Dicho de otra manera, así como tarda un tiempo considerable el generar suficientes reservas de ácido linoleico en los tejidos para que sus efectos nocivos sean percibidos, en una manera dosis-dependiente ciertamente—a mayor cantidad ingieras mas rápido llegaras a este punto perjudicial, así también tardaras en deshacerte de él y, por ende, en regresar a un estado saludable.
Es gracias a esto que la mejor manera de lidiar con esta posible problemática no es “atacándola,” sino previniéndola, en otras palabras, evitando el desbalance de estas grasas con el resto de las demás almacenadas. Mejor aún, es no ingerir este omega 6 pre-forma en primer lugar, y mejor limitarlo al que necesitamos en realidad, y por lo tanto, podemos utilizar y regular con mayor facilidad. Caso en punto, lo mejor es eliminar el ácido linoleico de tu dieta regular por completo.
Cómo evitarlo
La manera más efectiva de eliminar el ácido linoleico de tu dieta, es mediante la evitación de toda grasa vegetal, pero particularmente en su versión purificada de aceites vegetales industriales. Ironías de la vida, de soler “comer en la calle”—restaurantes, fondas, bares, etc., en lugar de cocinarte en casa, es más probable la comida este “contaminada” con este tipo de grasas, al ser los aceites vegetales industriales los más baratos y “más saludables” según las (equivocadas) “autoridades nutricionales”.
Así también, aunque tal vez no tan dañinos, más que nada por ser más difícil de consumirlos en tan grandes cantidades como al aceite puro, lo ideal también es evitar los frutos secos y frutas altas en grasa—aguacates y olivas, siendo las frutas las menos dañinas de ambos, así como claro, también sus aceites y mantequillas—aceite de aguacate/oliva, mantequilla de cacahuate/almendra, etc.
Finalmente, tanto pollo como puerco suelen ser altos en ácido linoleico y/o ácido araquidónico, las dos siendo formas de omega 6, debido a que estos animales monogástricos suelen ser alimentados con aceites y granos. Alineado con los efectos ya descritos, a estos animales, particularmente al pollo, se les “suplementa” con aceites vegetales con el principal motivo de hacerlos engordar.
Derivadamente, el evitar los huevos, especialmente aquellos que no son de libre pastoreo, sería lo ideal. No obstante, consumirlos en un contexto de alta ingesta de grasa de saturada adicional, como en la dieta de bistec y huevos, minimiza cualquier efecto negativo en que esta práctica pudiera derivar (por motivos que veremos en breve).
Asimismo, contrario a la narrativa popular, una alta ingesta de omega 3 en cualquiera de sus formas, pero particularmente en aquella de origen vegetal—ácido alfa-linolénico, por las mismas razones ya vistas en cuanto al omega 6, no es lo ideal, y de venir estas grasas ya oxidadas, peor. Por lo que no es recomendable suplementarse con este ácido graso esencial en ninguna forma.
Inversamente, para contrarrestar o evitar el alto contenido de omega 6 en tejido, la mejor manera es “diluirlos” para que se presenten almacenadas en proporciones más balanceadas y, por lo tanto, puedan ser utilizadas sin afectar el funcionamiento normal del cuerpo. Para esto, la mejor manera, sino es que la única, es la de consumir una amplia proporción de grasa saturada de 18 carbonos, es decir, ácido esteárico.
Coincidentemente, la mejor fuente de ácido esteárico, es aquella de carne y lácteos de rumiantes, por lo que una dieta carnívora bien formulada sería definitivamente la ideal para lograr esta meta, y con ello la consecuente mejora en bienestar y mantenimiento/pérdida de peso.
Ultimadamente, lo mejor es consumir grasas poliinsaturadas en la menor proporción posible, especialmente si son de origen vegetal, y con particular énfasis de ser estas mayormente omega 6 (ácido linolénico) y/o ya estar oxidadas por su simple almacenamiento (e.j., en aceites vegetales). En cambio, lo mejor es obtener la mayor parte de tu ingesta energética en forma de grasas saturadas y monoinsaturadas, particularmente el ácido esteárico incluido en carnes rojas y lácteos.
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