La salud y el estado físico son cosas que deberían ser prioridad en la vida de un hombre—y de cualquier persona realmente.
Desafortunadamente, el exceso de información que existe en revistas, televisión, y redes sociales, puede confundir y desorientar a las personas que tratan de mejorar su situación en esta área.
Anteriormente, ya hemos descubierto que las grasas saturadas y el colesterol no son malos para ti—y de hecho promueven tu salud hormonal, que no debes evitar la luz solar directa—sino todo lo contario, que para bajar de peso comer frecuentemente puede no ser tu mejor opción, que no necesitas “comer saludable” para bajar de peso y/o ganar masa muscular—pero que tampoco es bueno comer pura comida chatarra, que ciertos alimentos es mejor evitarlos, y muchas cosas más.
No obstante, hay una cosa de la que no te he contado, y que me gustaría tratar el día de hoy. Me refiero al fiasco de las dietas bajas en sodio.
El consejo comúnmente distribuido en los medios de comunicación masivos de “consumir mínimas cantidades de sodio para preservar tu bienestar” es, en el mejor de los casos, aplicable únicamente para un sector mínimo de la población.
Tu consumo de sodio/sal no es algo que debas tratar de controlar—y mucho menos evitar, especialmente si eres una persona relativamente saludable, sigues una dieta baja en carbohidratos/hipocalórica (como la dieta de “bistec y huevos”), y/o levantas pesas regularmente.
El sodio es tu amigo no tu enemigo, y en esta ocasión veras porque el comprar “Sal reducida en sodio”, estarte fijando en la cantidad de sodio contenida en tus alimentos, y/o evitar agregar tanta sal como gustes a tus platillos es algo completamente innecesario y hasta perjudicial en cuanto a tu salud, desempeño, y bienestar se refiere.
Que es el sodio y porque es importante
Primeramente, el sodio es un mineral esencial para la vida—no puedes vivir sin él. Es por esto que nuestros antepasados hasta utilizaban este alimento para realizar transacciones económicas con el (fuente).
Químicamente, la sal de mesa es un compuesto denominado como Cloruro de sodio (NaCl), el cual, forma parte de aproximadamente un 90% de los minerales en la sangre y otros fluidos corporales.
Debido a su importancia en la regulación del balance electrolítico, el cuerpo regula los niveles de sodio muy de cerca mediante los riñones y ciertas hormonas reguladoras—aldosterona y vasopresina principalmente.
Ambos estados, muy poco, o demasiado sodio en la sangre, se han asociado y son causantes de múltiples padecimientos, y hasta la muerte.
El fiasco de las dietas bajas en sodio
Históricamente, la ingesta de sal ha sido mucho mayor a la recomendada en estos días por la comunidad médica. Debido al uso de sal como preservador de alimentos, europeos de la edad moderna temprana solían consumir de 40-70gr de sal al día y, en algunos lugares, hasta 100gr.
Para poner las cosas en perspectiva, la ingesta de sodio del estadunidense promedio de hoy en día, es de alrededor de 8gr de sal, o lo que es lo mismo, 3.4gr de sodio (estudio) —esto debido a que solo un ~40% de la sal es sodio.
Una teoría personal es que, debido a la purificación/filtración exagerada por la que pasa el agua potable, ciertos minerales que solían estar presentes en el agua en su forma natural (sodio, calcio, magnesio, etc.) son disminuidos—o hasta eliminados—del agua que bebemos todos los días. Obviamente, los saleros no existían en tiempos prehistóricos, y ciertos minerales cruciales como el sodio debieron ser obtenidos de alguna manera.
Es por esto que, a partir de que el agua regularmente consumida comenzó a ser de naturaleza procesada, la sal que solía estar contenida en el agua, tuvo que ser obtenida de otra manera, es decir, mediante la adición de esta en nuestros alimentos.
Generalmente, las dietas bajas en sodio son recomendadas para control la presión arterial, ¿pero que es lo que nos dice la ciencia respecto a esto?
Primeramente, la restricción severa de sodio tiene un efecto minúsculo en la presión sanguínea de gente con niveles normales de presión—reduce su presión sanguínea sistólica tan solo en un 1mm Hg (~1%), y el incremento en consumo de sal en el 80% de este tipo de personas no produce cambio alguno en su presión arterial.
En segundo lugar, en personas hipertensas, ~55% no son afectados por fluctuaciones en su ingesta de sal, y una reducción en su consumo de sodio produce una disminución promedio de solo 3.6mm Hg—nada impresionante.
Por lo tanto podemos concluir, que la disminución en el consumo de sodio, trae consigo, en el mejor de los casos, un cambio estadísticamente insignificante en la presión sanguínea.
En cambio, un consumo bajo de sal acelera el ritmo cardiaco—principalmente mediante el incremento en la producción de adrenalina (fuente), lo cual está asociado con una mortalidad más alta. Por lo tanto, cualquier beneficio de una reducción en la presión sanguínea podría verse negado por el incremento en el ritmo cardiaco.
Adicionalmente, un bajo consumo de sal podría acarrear obesidad, ya que si nuestro cuerpo esta hambriento de sal (cloruro de sodio), es posible que consumamos una cantidad mayor de alimentos para compensar su bajo contenido de este mineral.
Irónicamente, incrementar nuestra ingesta de sal puede ser una práctica beneficial para nuestra salud y bienestar.
En ciertos estudios en ganado, se ha observado que el disminuirles su ingesta de sodio reduce el peso y tamaño de sus crías, y puede actuar como un “anticonceptivo natural”. En humanos, una ingesta baja de sal causa fatiga, reducción de libido (deseo sexual), disminución en posibilidades de embarazarse, disfunción eréctil, y una calidad de sueño pobre.
Aunado a esto, la cafeína, las dietas bajas en carbohidratos y/o hipocalóricas; el estrés psicológico y/o físico (como el del levantamiento de pesas), el ayuno, el beber demasiada agua purificada, y la sudoración excesiva incrementan la velocidad a la que el sodio y el cloruro son excretados.
Recuerda que tu cuerpo es una máquina altamente compleja, adaptable, e inteligente, por lo que es capaz de regular su contenido de electrolitos (particularmente mediante la orina y la sudoración) en el muy improbable caso de que consumieras demasiada da sal, por ejemplo.
En caso de un consumo excesivo de sodio tu organismo puede deshacerse del exceso ingerido, pero en el caso de falta de sodio, tu cuerpo no puede crear sodio de la nada.
Además de poder regular la cantidad de electrolitos presentes en el—como el sodio, tu organismo posee mecanismos de regulación de ingesta de minerales, por lo que cuando se encuentra deficiente de alguno de ellos manda una señal de “antojo” por alimentos que lo contienen, la cual, va disminuyendo conforme la deficiencia de dicho mineral se va solventando (¿alguna vez te ha pasado que, estas comiendo un platillo que te sabe extremadamente sabroso inicialmente, pero que entre más lo comes se te hace más y más salado? Esto se debe a que este mecanismo auto-regulatorio del cuerpo está entrando en acción).
Finalmente, el sodio es necesario para generar energía muscular y conseguir el famoso “pump”/bombeo muscular (músculos inflados) durante tus entrenamientos. De hecho, añadir un poco de sal extra a tu bebida o comida pre/intra-entrenamiento te ayudara a potenciar estos efectos.
Por lo tanto, en el caso de la sal—y el sodio, lo mejor es errar en consumir demasiada—cosa bastante improbable, que en consumir muy poca—algo muy probable si se hace conscientemente.
Conclusión
Como conclusión, no existe ninguna razón por la que la población general debiese reducir conscientemente su consumo de sodio, y de hecho, es posible que el consejo proveído por la comunidad médica y distribuido por los medios masivos de comunicación de hacerlo así, este provocando un daño considerable en la salud y bienestar de los que lo siguen—esto inclusive en personas hipertensas.
Para la mayoría de nosotros, el limitar nuestra ingesta de sal puede provocar más daño que beneficio, es por esto que considero que el fiasco de las dietas bajas en sodio debe de terminar.
La recomendación que me gustaría tomaras de este artículo es que consumas tanta sal como quieras, guiándote por tu sentido del gusto—ya que, como ya vimos, tu cuerpo utiliza este sentido como mecanismo para regular su ingesta.
Por otro lado, Ingiere tanta agua como necesites haciéndole caso primeramente a tu sed; no necesitas tomar más. Entre más agua tomas, más tus electrolitos se ven diluidos al ser eliminados mediante la orina—especialmente el sodio, cloro, zinc, calcio, y magnesio.
Antes que a nadie más, escucha a tu cuerpo.
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